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Mercer Sevilla

Un palacio andaluz del siglo XIX, con su cancela de hierro forjado y su patio con columnas. Cuidadosamente restaurado, la arquitectura original de la vivienda luce hoy libre de cualquier elemento superfluo, revelando así una pureza casi etérea. Como ejemplo, esa escalera de un blanco inmaculado cuya curva, sensual y romántica, constituye una de las vistas más evocadoras que hay en Sevilla. Desde finales de 2016, la residencia de la familia Ybarra Osborne es el hotel Mercer, único 5 * Gran Lujo de la ciudad. El palacio romántico se dotó entonces de un mobiliario a la vanguardia del diseño, que viste con harmonía  la desnudez de la arquitectura: mesas Georgetti, sillones Fredericia, alfombras Now Carpets … Un enorme candelabro ultramoderno está suspendido sobre el patio y un jardín vertical cuidado con mimo tapiza el muro del fondo sobre una altura de tres pisos. Única concesión al folclore local, un traje de luces brilla en una pequeña vitrina en el primer piso. Las doce habitaciones de este hotel boutique combinan la elegancia de un apartamento parisino con el diseño italiano. Modernidad y clasicismo interactúan en equilibrio, creando un ambiente decididamente chic. Simple e informal, pero también sofisticado. Este aire haussmanniano contrasta con la sobriedad del baño: completamente blanco, está recubierto de coria desde el suelo hasta el techo. Suave al tacto, este material parece fundirse para crear la forma cóncava del lavabo y de la bañera, los ángulos del estante y las esquinas de la habitación. Un escenario casi futurista para un verdadero momento de cocooning. Por la tarde, subo a la terraza a darme un baño en la piscina y a disfrutar de las vistas de la ciudad. El rosa del cielo de un atardecer en Sevilla nunca falla. Fresco e inspirado, estoy listo para experimentar otro de los platos fuertes del hotel: el bar de cocktails, del que toda Sevilla habla, dirigido por el célebre bartender Diego Cabrera. Butacas italianas, mesas bajas y cortinas enmarcan el espacio. La puesta en escena está cuidada el milímetro. Nada parece fuera de lugar. Todo encaja y fluye hacia esa barra de mármol negro, tras la cual aparece una colección de botellas sutilmente  iluminada. ¿Estoy en Manhattan o estoy en el Arenal? Me dejo sorprender por José Hidalgo, el joven y distendido barman que, con unas pocas indagaciones sobre mis preferencias en cuanto a sabores, acierta de lleno con unas creaciones excitantes e imaginativas… No creo que haya nada igual en Sevilla. Subo a mi habitación con la cabeza ligera y libre. Me quedo dormido hojeando el libro de Phaidon que reposa en mi mesita de noche: una historia del Barroco, muy apropiado para Sevilla. Pienso entonces que el hotel Mercer, cosmopolita y en el air du temps, no desentona junto a los palacios renacentistas y las iglesias mudéjares de la ciudad. Porque Sevilla siempre ha vivido en el contraste. Sevilla, a su manera, siempre lo integra todo. Tras una noche de descanso irreprochable y una ducha que es como desnudarse bajo una lluvia templada (la mejor que he probado en los hoteles sevillanos), bajo a disfrutar de un desayuno fresco y ligero, perfecto en cantidad y en variedad. Los empleados me sirven con delicadeza pero sin formalidades innecesarias, como un reflejo del espíritu del hotel. La elegancia, el lujo, ¿no se encuentran siempre en la sencillez, en la naturalidad? La sofisticación es sutileza. No hace falta más. Todo está donde tiene que estar en este hotel.


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