Ahora que los sevillanos nos rasgamos las vestiduras ante la turistización implacable de la ciudad, conviene recordar que los habitantes de la Casa del Pumarejo llevan luchando en ese frente desde hace casi 20 años.
Visito la Casa una tarde de septiembre. Hasta hoy, cada vez que pasaba delante, entraba en el zaguán para admirar su patio, uno de los más bellos de Sevilla, desde la reja. Sergio, miembro de la Asociación Casa del Pumarejo , me espera en la plaza y me invita a entrar. El Pumarejo pertenece a la prestigiosa estirpe de casas sevillanas con patio señorial y escudo de armas tallado en la fachada. Sin embargo, ha tenido una evolución completamente diferente a las demás: desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, ha funcionado como casa de vecinos. El patio alberga un magnífico revestimiento de azulejos y las columnas son de caoba cubana. La galería del primer piso está pintada de rojo y ocre. A diferencia de los de otras casas de ilustre pasado, es un patio animado, con innumerables macetas primorosamente cuidadas por los vecinos. Actualmente solo el 30% de la casa está en uso. Una señora se asoma a una de las ventanas de arriba. Ha oído voces en el patio. Sergio la tranquiliza: todo está bien. Me explica que es una de las pocas vecinas que sigue viviendo aquí.
El Pumarejo es un referente en resistencia y lucha contra la especulación. Quisieron transformarlo en hotel, echar a sus vecinos, construir apartamentos … Pero una actividad organizada y decidida tumbó estos proyectos uno a uno. La Asociación tiene diferentes comisiones que cubren todos sus objetivos. La comisión RQR está a cargo de las negociaciones con el Ayuntamiento, propietario de la casa desde 2011 después de un proceso tortuoso. El departamento de comunicación establece y regula los contactos con otras asociaciones, en España y en el extranjero. Muchas se han interesado por las actividades de la Casa, por ejemplo Flamenco en France, en París, que ha mantenido la misma lucha con el ayuntamiento de la capital francesa.
En una esquina del patio, las instalaciones del Centro de Vecinos de Pumarejo acogen las actividades de los muchos grupos que lo componen: grupos de mujeres víctimas de violencia machista, de acogida a inmigrantes… También hay una biblioteca autogestionada. El Centro también tiene su propia moneda: el puma. Sergio me habla sobre la diversidad de perfiles que participan en este proyecto único en Sevilla: abuelas, okupas, niños … Una rica variedad de perfiles que contribuye a la horizontalidad del proyecto. De hecho, la casa es un auténtico laboratorio, un caldo de cultivo para iniciativas sociales. Una fuente de inspiración contra la mercantilización de la ciudad. Un espejo en el que Sevilla debería mirarse en estos tiempos inciertos.