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Nicolas Vaudelet

París, siete de la tarde. Charla telefónica con Nicolas Vaudelet, diseñador y amante de Sevilla. Actualmente residente en Bretaña, Nicolas ha trabajado, entre otros, con Christian Lacroix y con Jean-Paul Gaultier. En 2007, cambió París por la capital andaluza para trabajar como director artístico de una venerable maison sevillana.

París-Sevilla ida y vuelta

La participación de Francia en la elaboración del imaginario andaluz, a partir del siglo XIX, no es nada desdeñable. Ahí está la célebre cigarrera trianera parida por Mérimée, convertida en símbolo indiscutible de Sevilla. Pero el cliché es un viaje de ida y vuelta y Andalucía se gustó en el espejo que le tendían los artistas franceses. Uno se pregunta: ¿qué fue antes: la realidad o el mito? « Los escritores y los artistas franceses han sublimado Sevilla a través de los siglos pero se ha producido algo curioso: la ciudad se ha apropiado de esas imágenes, de esa mitología sevillana concebida por Francia. El caso más evidente es el personaje de Carmen. La moda à l’espagnole, fantaseada por los creadores franceses y en boga durante toda una época, también fue aprovechada por los propios españoles. En cualquier caso, puedo comprender lo que los artistas internacionales han encontrado siempre en Sevilla, ese encanto, la gente, pero también esa mezcla de olores, de sonidos (hay sonidos que solo existen en Sevilla), la luz, la configuración de la ciudad… Y también la historia, con sus diferentes capas. Creo que todos podemos encontrar nuestra historia en Sevilla, todos podemos reencontrarnos con nosotros mismos en la ciudad. Para mí, Sevilla es una ciudad árabe: el sonido del agua en los jardines, los aromas, las callecitas del centro… Hay algo muy oriental, muy exótico. De hecho, la primera colección que presenté con El Caballo en Cibeles estaba inspirada en Al-Mutamid. » Nicolas nació y pasó su infancia en Bretaña. Tras el divorcio de sus padres, Nicolas y su madre, oficial de la marina, se mudaron a Sète, una pequeña ciudad en el sur de Francia « donde se dice que hay muchos italianos. Sin embargo, es la cultura española la que está más presente. Además, mis amigos y yo íbamos a Nîmes, a Arles, a Aigues-Mortes… ciudades con una tradición hispánica bastante fuerte. Creo que desde mi adolescencia me sentí atraído por todo lo que tenía que ver con España. » El flechazo español se confirmó en París, donde Nicolas fue a estudiar. « Fue trabajando para Christian Lacroix, una vez terminados mis estudios, cuando empecé a descubrir realmente España. Primero, a través de la música. Monsieur Lacroix tenía un buen amigo llamado Jean-Pierre Rouairoux, un anticuario de Montpellier amante de la zarzuela, al que siempre acudía para concebir la música de sus desfiles. Además, Lacroix se inspiraba con frecuencia en la pintura española, por ejemplo, en la serie de santas de Zurbarán, con sus colores, sus drapeados, sus pliegues de tafetán… todo muy Lacroix. Estuve dos años con él, antes de entrar a trabajar en Dior. »

Sevilla: ida 

Por aquella época, Nicolas comienza a realizar escapadas a España para seguir clases de español. De vuelta a París, empieza a aprender a bailar sevillanas y flamenco. « Tal vez suene a cliché pero, aprendiendo a bailar sevillanas, comprendí que lo que me atraía de España estaba concentrado en Sevilla. Evidentemente, más tarde descubrí que existen otras regiones además de Andalucía », bromea al otro lado del teléfono, « pero Sevilla fue desde el principio un verdadero flechazo. Iba dos o tres veces al año. Al principio, en verano. Como siempre viajaba solo, me fue fácil conocer gente. Me gusta perderme en las ciudades, adaptarme a su ritmo. Al cabo de tres o cuatro visitas, empecé a fantasear con la idea de mudarme a Sevilla. Me preguntaba en qué podría trabajar, pero no encontraba ninguna respuesta… Y de repente, Joaquín Cortés pidió a Jean-Paul Gaultier, con el que yo trabajaba en aquella época, que le hiciera los trajes para un espectáculo. Yo era entonces bastante purista respecto al flamenco. Lo mío era Carmen Amaya, no la fusión y el rollo Broadway. Tal vez ahora soy un poco más abierto », se ríe. « Pero me dije que quizás era una buena ocasión para acercarme a una parte de la cultura española a través de la moda. Estuve trabajando varios meses con la compañía de Cortés. Fue mi primera relación con el mundo del flamenco, con ese mundo un poco cerrado. Ademas entré con contacto con el equipo de comunicación de la compañía. Durante una cena, les comenté que mi sueño era vivir en España. Casualmente, ellos trabajaban para El Caballo, una casa que yo no conocía en aquel momento. Estaban buscando un director artístico para abrirse, para modernizarse un poco. Buscaban hacer una línea más contemporánea, incluso algo experimental. Después de la gira con Joaquín Cortés, nos ocupamos del vestuario para la gira Confessions Tour de Madonna. Yo me escapé unos días a Sevilla para conocer al equipo de El Caballo y, desde el primer momento, nos entendimos bien. A mi regreso a París, le comuniqué a Gaultier que había llegado el momento, que tenía una oferta para vivir y trabajar en Andalucía y que dejaba la maison. Él me dijo: « Si tuviera tu edad, haría lo mismo. » Me pidió que me quedara hasta los desfiles de alta costura. Fue entonces cuando presentamos la colección inspirada en las vírgenes de Sevilla. Fue bonito dejar París con aquella colección. » Como un viajero romántico, Nicolas se sumerge en toda la literatura existente antes de descubrir la ciudad de carne y hueso. « En aquella época, Internet no estaba muy extendido. Yo había consultado muchos libros de fotos sobre Sevilla. Mis referencias sobre la ciudad eran sobre todo intelectuales, artísticas. Descubrir Sevilla fue un shock al principio: todo lo que había visto en los libros, todo lo que había aprendido, o incluso imaginado, era real y, sobre todo, estaba vivo. El flamenco, los toros… todo estaba ahí. Cuando un americano viene a Francia buscando el París imaginado por Hollywood, no va a cruzarse por la calle con un parisino con la boina y la baguette bajo el brazo. Sin embargo, en Sevilla, el folklore, o más bien, cierto estilo de vida estaba realmente en la calle. Te podías encontrar gente cantando en los bares, tocando la guitarra. Esa fue mi primera impresión: todo lo que me atraía de Sevilla estaba vivo. En Bretaña, donde vivo ahora, el folklore local está momificado sobre un escenario; en Sevilla, vive en la calle, en las casas, en los bares… »

Nicolas Vaudelet.

París: vuelta

El cliché, utilizado a veces en la construcción de la identidad, también puede llegar a molestar. Cuando Nicolas llegó a Sevilla, la moda española estaba obsesionada con la idea de modernidad, de sobriedad. Cualquier concesión al folklore, a la tradición, era vista con malos ojos: demasiado cerca del estereotipo, de la caricatura. « En aquella época, era muy difícil presentar en Cibeles algo que tuviera que ver con el folklore. Yo llegaba de París con unas ganas locas de poner volantes, lunares y chaquetillas en mis creaciones. Venía de Lacroix y de Gaultier, donde no existía ningún prejuicio respecto a lo tradicional. Pero tenía que frenarme constantemente porque había que mostrar la historia de la casa, había que ser sevillano pero sin utilizar volantes ni lunares. Realmente, me hubiera gustado hacer una colección de moda flamenca, que habría llevado a otro sitio. Es un mundo que tiene sus límites: las clientas vienen buscando algo muy concreto, las proporciones son siempre las mismas, no se puede hacer algo muy experimental… Es sin duda el traje regional que mejor sienta, el más sexy. Pero no te permite demasiada innovación. Existen posibilidades en cuanto a los colores, a los estampados, pero me imagino que al cabo de cierto tiempo debe ser aburrido. » La mirada de Nicolas, externa, reivindica el exceso y la liberación de los prejuicios. « No me gusta cuando la moda flamenca trata de ser chic, cuando se intenta sofisticarla, refinarla. La inspiración es la cultura gitana, que es la cultura del exceso, de lo anti-parisino. John Galliano reinterpretó la moda flamenca en una colección magnífica para Dior que no es muy conocida: Toulouse Lautrec flamenco. Una mezcla del espíritu de Carmen Amaya con los vestidos de las bailarinas de can-can. Aunque él es medio español, pasó un mes en Andalucía buscando inspiración. En Sevilla, visitó la tienda y el taller de Lina. Galliano comprendió que no había que tener miedo a exagerar, a explotar los tópicos si era necesario. » La influencia de lo español en la moda francesa viene de largo. « En los años 50, con la opereta, con Luis Mariano y cantantes como Georgette Plana, hubo una especie de revival español. Incluso antes de eso, Luis XIV se casó con una española y en la corta existía un peinado à l’espagnole que llevaba una especie de peineta. Más cerca de nosotros, Saint-Laurent utilizó los lunares y los volantes en algunos diseños. Gaultier es diferente: él busca la inspiración en la calle, en el cliché, en el kitsch. Si decide utilizar una chaquetilla de torero, no intenta reinterpretarla: la coge tal cual y la pone encima de una base de plástico transparente. Lo interesante de Gaultier es que mezcla lo español con otras influencias, por ejemplo con la cultura china. Gaultier es como un patchwork multicultural, con inspiraciones muy heterogéneas. »

La Sevilla de Nicolas Vaudelet

Bares. « Siempre voy a ver a mi amigo Ramón a la Abacería de San Lorenzo. También conozco al dueño del Patronas, en la calle homónima. Me gusta desayunar en Casa Manolo, en la Alfalfa: todo el mundo paso por allí y es una buena forma de mantenerse informado de lo que pasa en la ciudad. »

Museos. « Me encanta los museos de la Plaza de América. Nunca hay nadie y las colecciones son sublimes. »

Barrio. « Mi barrio era el Arenal pero creo que ahora se ha gentrificado demasiado. La plaza de San Andrés también se ha vuelto un poco turística pero me gusta. »

Turistización. « Aprendí a tocar la corneta en Tres Caídas, en Triana, y después de cada ensayo íbamos al bar Santa Ana, en la calle Pureza. La calle Pureza no es la calle Betis, no está demasiado invadida por los turistas. Quizás ese es uno de los aspectos que menos me gustan de Sevilla en este momento: los barrios que eran populares se han vuelto turísticos. Sevilla está un poco aséptica. »

La charla (en francés).

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