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Autoentrevista

Esto no tiene mucho sentido. ¿Quién soy yo para hablar de Sevilla, o de lo que sea?

El hecho de hablar así ya suena a egotrip, a despertar la conmiseración y atraer la atención. Te estás haciendo una autoentrevista, miarma. No debes tener tan baja opinión de ti mismo…

Creo que en estos tiempos es difícil escapar al egotrip, que lo contamina todo. Por supuesto que quiero atraer la atención y que la gente me lea, me escuche, me dé un like. Y he publicado a veces fotos para lucirme. Pero intento mantenerme lo más lejos posible de la tentación, evitar lo que sé que va a gustar instantáneamente. Por suerte he recibido una educación casi protestante. Desde pequeño aprendí a condenar la vanidad.

Eso es una putada.

Lo es en parte. También es un buen criterio para asomarse al mundo.

Muy protestante y muy sobrio, pero te gusta el lujo más que a un tonto un lápiz.

Es una gran contradicción. Me eduqué en la censura de la superficialidad. Después Francia me enseñó a amar sin complejos lo accesorio, incluso lo innecesario. Y también la importancia de cuidar las formas.

Es que ellos son muy finos.

Ellos son pesadísimos, al menos los parisinos. Es curioso hasta qué punto pueden estar desconectados del mundo, a pesar de ir a exposiciones, a conciertos, al teatro, a librerías, de leer la prensa, de vivir en una de las capitales mundiales. El parisino vive en una burbuja de parisianidad y cree que conoce el mundo como la palma de su mano, pero no se entera de nada. Para él, el mundo entero es como París.

Porque el sevillano no vive en una burbuja…

Sí, como el parisino. Pero a diferencia de este, el sevillano no tiene ninguna pretensión.

¿Tú tienes más de parisino o de sevillano?

Yo vivo en una especie de esquizofrenia. La gente me dice que se me ha puesto cara de francés. A veces me miro en el espejo y encuentro que tiene razón. Llevo allí 17 años. ¿Se adaptan los rasgos físicos al lugar donde uno vive? Me he pasado mucho tiempo torturándome por mi eclecticismo, envidiaba a las personas con coherencia en su manera de mostrarse al mundo, de expresarse. A mí me gusta el blanco y mañana prefiero el negro, no lo podía entender. Hasta que leí aquello de Manuel Machado: Medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-, / Con Montmartre y con la Macarena comulgo… ¡Vamos que nos vamos!

Desde luego la gracia sevillana no la tienes, eso seguro. Eres sieso como tú solo.

La gracia sevillana es un mito como cualquier otro. Sevilla puede ser un lugar realmente triste. Eso es muy hermoso. Menos gracia y más melancolía.

Seas parisino o sevillano, a mí me pareces un esnob como la copa de un pino, por mucho que vengas con el rollo de tu moral espartana.

Igual que critico a los parisinos, también miro por encima del hombro a los sevillanos a veces. Es difícil resistirse viniendo de París. Mea culpa.

Y aun así dedicas todo un proyecto a la ciudad: horas y horas de escritura, de entrevistas, de edición de podcasts, de fotografía…

Al inicio Bonjour Séville era una página web ultra turística, con restaurantes, tiendas, balcones con geranios y fachadas encaladas. Todos los tópicos. Hasta que me di cuenta de que aquello no me correspondía. El desarrollo salvaje del turismo de los últimos años contribuyó a modificar el enfoque del proyecto, que fue integrando otros temas, otras ideas, siempre a partir de la ciudad pero con más libertad. No existe un plan premeditado. Bonjour Séville avanza a trompicones, olisqueando por aquí y por allá, algunos días se expresa desde detrás de la celosía y otros se sumerge en el barullo de la calle Feria, o de la place de la République.

Cada vez hablas más de ti. Sobre todo en ese Diario de un sevillano en París.

Lo hago con mesura. Pero sí, creo que tengo algunas cosillas interesantes que decir viviendo entre las dos ciudades. Como hombre homosexual de más de 40 años también. A veces Sevilla es el medio a través del cual hablar de otras cosas.

El que no quería caer en el egotrip… ¿Y piensas que viviendo a 2000 kilómetros estás legitimado para hablar de Sevilla?

Evidentemente no voy a hablar de los problemas de la ciudad porque no los vivo en mi día a día. Tampoco de los eventos más recientes, ni de la agenda cultural. Llego con retraso a todo eso. Sin embargo, puedo aportar una visión accesoria, fragmentaria, pero también complementaria. La distancia me permite enfocar el conjunto y a la vez percibir lo escurridizo.

Ahora resulta que nos vas a revelar el alma de la ciudad.

Ojalá pudiera. Muchos lo han hecho de maravilla. Lo mío es más humilde, más de andar por casa. De todas formas me parece que el alma de Sevilla se ha empobrecido mucho.

¿Perdona?

Hace tiempo que Sevilla me seduce más desde el salón de mi casa que a pie de calle. El turismo ha hecho estragos. Y Canal Sur. Y el reggaetón.

Te estás haciendo mayor. Ahora me dirás que todo era mejor antes.

Probablemente hay un poco de eso. Pero igualmente creo que Sevilla ha sido mucho más moderna que ahora, sin saber demasiado qué significa esa palabra. Más auténtica.

Antes era más cateta, más tradicional.

No estoy seguro.

Entonces, ¿qué sentido tiene seguir?

La gente. Todas las personas que he conocido gracias a Bonjour Séville. Atesoro esos encuentros como una bendición. Me apetece más mirar hacia adentro y hacia atrás, hacia el pasado, que hacia afuera. Me atrae más el interior que la calle. En Sevilla la calle me agota rápido. Prefiero el petit comité.

Entonces ni estás en Sevilla ni tampoco en París. Siempre en una ficción. ¿Eso no es un poco peligroso?

Uno tiene derecho a confeccionarse la realidad que más le convenga, dentro de unos límites. Bonjour Séville es esa Sevilla sublimada en la que me gustaría vivir. Lo que no me impide grabar un podcast en Polígono Sur o hablar sobre el cambio climático y la turistificación.

Pues no entiendo nada.

Ya te lo dije al principio de esta conversación.

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