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Libreros de Sevilla: Boteros

El otro día alguien me lo dijo y no le faltaba razón: No sé cómo esa librería puede mantenerse ahí. Es cierto que la librería Boteros, en una esquina de la calle del mismo nombre, ocupa un lugar privilegiado en el centro de la ciudad y resiste heroicamente a la turistización salvaje de toda la zona. Su bonito escaparate llama la atención cada vez que se pasa por delante y redime en cierto sentido la fealdad de los negocios que lo rodean. Uno se dice que quizás hay esperanza para esta Sevilla inmolada en el altar del turismo y el beneficio. «Tener una librería requiere hacer bastantes sacrificios. Las que se mantienen o tienen el local en propiedad o tienen un alquiler bajo. Desgraciadamente es la única forma de sobrevivir. Lo mío es algo diferente porque se trata de un proyecto vital». Daniel Cruz estudió Filosofía y empezó a escribir una tesis en Sociología. Las obligaciones familiares le llevaron sin embargo a buscar una forma de vida más estable. «Ahí reapareció mi viejo anhelo de abrir una librería. Como por un juego del destino, casi sin buscar encontré este local, del que me enamoré instantáneamente y que resultaba asequible para mis posibilidades».

Una mañana de verano visito esta librería de segunda mano. Sentados en un sofá y en varias sillas, algunos habituales mantienen una animada tertulia, bajo la que se oyen los acordes de una sonata barroca. Daniel, el propietario del lugar, atiende a los clientes sin dejar de participar en la conversación, que fluye sin un ápice de decaimiento. «Ellos son parroquianos, gente del barrio y conocidos que suelen reunirse de forma espontánea y que dan mucha vida a la librería. Algunos me han acompañado desde el principio».

¿Cómo empezó el proyecto?

En 2014 di con este local y decidí lanzarme a la piscina. Esto había sido una sastrería durante 40 años. Le hice una pequeñísima reforma para dejarlo diáfano y abrí la librería con el propósito de hacer de ella un lugar de vida. Ese siempre ha sido mi objetivo: disfrutar del espacio y del trato con los clientes. Nunca he pretendido ganar dinero con esto, no se trata de un proyecto empresarial. Yo solo busco conciliar mi vida personal con la profesional y poder mantenerme.

Abrir una librería de segunda mano en Sevilla en 2014: ¿una osadía?

Puede parecer un poco temerario pero, al mismo tiempo, es un tipo de librería que funciona cada vez mejor. Las nuevas generaciones no guardan los libros, se deshacen de ellos cuando los terminan. Por otro lado, vivimos en espacios cada vez más pequeños en los que no podemos acumular. El acto mismo de consumir se ha llenado de cuestionamientos muy sanos respecto a su impacto en el planeta. Todo eso está incitando a la gente a vender lo que ya no necesita y a comprar de otra forma. Creo que hay mucho movimiento, los libros circulan más que nunca.

Es un modelo que muy diferente de la librería tradicional.

Claro, las probabilidades de que un cliente dé con el libro que busca son muy bajas aquí. Hay que tener mucha suerte para que se encuentre en stock el día que viene preguntando por él. A las librerías de viejo se entra para dejarse llevar. Me gusta la idea del cliente que llega sin un objetivo definido, dispuesto a que algo atraiga su interés. Es casi un pequeño gesto de rebeldía frente a la vida de horarios y certitudes que llevamos. Mucha gente solo visita las librerías para llevarse el ejemplar que ha encargado previamente online. Aquí eso es imposible.

Justamente, ¿qué se puede ofrecer para compensar ese talón de Aquiles?

Para mí no es ninguna debilidad. Al contrario, estoy encantado cuando un cliente aparece y se deja aconsejar en base a los libros que tengo disponibles en ese momento. En sentido más amplio, creo que las librerías, del tipo que sean, tiene la gran baza del espacio físico, frente a los espacios virtuales de las nuevas tecnologías. Nosotros ofrecemos un encuentro, un intercambio real. En mi caso, esa vocación llega al extremo de que la librería es lugar de tertulia habitual, además de espacio de actividades culturales. Por otro lado, volviendo al fondo de libros, me preocupo de que tenga la mayor calidad posible, de que las diferentes secciones estén bien surtidas. Si no vas a encontrar el libro que estás buscando, al menos que tu visita merezca la pena.

Miro a mi alrededor y veo a varios clientes curioseando por los expositores y las estanterías. El espacio está agenciado con mimo, la decoración cuidada sin excesos. Un delicioso dibujo de Proust cuelga de un rincón; recortes y postales cubren una puerta pintada de rojo. Las ventanas antiguas y las paredes de ladrillo visto aportan solera al local, bañado de luz natural. Aquí nada es aséptico, impersonal. Uno tiene la sensación de estar en una casa habitada, de ser recibido en la biblioteca de alguien. ¿Es la librería Boteros la más bonita de Sevilla? Posiblemente.

¿Qué relación tiene Sevilla con la lectura, con la cultura?

Es arriesgado lanzar una opinión sobre el tema porque siempre estará basada en la experiencia personal. Es injusto decir que no se lee. Sevilla es una ciudad grande. Por ejemplo, existe un público joven muy interesado en la lectura pero también es verdad que el libro es un producto caro, comparado con otros países. Eso puede frenar a muchos. Por otro lado, aunque siempre ha estado relacionada con las letras, Sevilla tiene una raíz muy tradicional pero, a la vez, alberga a una comunidad muy dinámica de creadores y artistas. Diría entonces que esta ciudad es víctima de una serie de tensiones que complican el acceso a la lectura, que a veces puede ser algo tortuoso. Con todo, yo sigo aquí después de 8 años…

Has mencionado a los jóvenes.

Tengo la impresión de que no hay oportunidades, no se les ofrecen posibilidades culturales. Algunos tienen curiosidad pero también reparos a la hora de entrar en una librería. No se fomenta la naturalidad a la hora de acercarse a la cultura desde pequeño, todo está compartimentado y es muy rígido. La cultura se ha institucionalizado y no está en la calle. No existe una comunicación natural con ella, no se comparte. Algunos colegios apoyan mucho la lectura pero creo que son pocos, en la mayoría el libro es un objeto extraño.

Sin embargo, la literatura para niños y adolescentes está en un muy buen momento.

Las nuevas librerías intentan crear experiencias con el público infantil y con los padres: se hacen productos con ilustración, se cuida el papel, el objeto. Todo eso que no te ofrece lo digital. Pero creo que también estamos olvidando a los clásicos. El niño no conoce el placer de la lectura porque es algo obligatorio en la escuela. Pertenezco a la Asociación del Libro Antiguo de Sevilla, con la que he trabajado en dos colegios de Sevilla, uno privado y otro público. A lo largo del curso escolar, los alumnos tuvieron que confeccionar un libro. Al final del año, todos quedaron expuestos. Fue una experiencia magnífica.

Pienso en la frase No sé cómo esa librería puede mantenerse ahí y me digo que este local, como La Fuga en la Alameda de Hércules, constituye un espacio de resistencia frente a la explotación de la ciudad como un negocio del que extraer el mayor rendimiento. Quizás la librería Boteros, con su ritmo lento y su apuesta por el encuentro inesperado, sea el lugar más insumiso del centro de Sevilla. Una rebeldía espontánea e inconsciente, pero muy necesaria en los tiempos que corren.

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